27 de mayo de 2007

Banquete


Mi espíritu clama por un instante,

arde en ese recuerdo.
Ese momento en el que tu cuerpo tuvo hambre del mío,
que mi piel estuvo presa de la tuya.

No hubo frío en nuestra alma,

sino el calor de un infierno que traspasó los márgenes de nuestro sexo.
Tus cabellos fueron látigo de cinco puntas

rasgando mi carne que hervía y se retorcía sin freno.

Sin tiempo,
sin fin,
solo comienzos.
Donde poseer es compartir
y consumir es sorber cada esencia de nuestros cuerpos.
Pasión servida en inmejorables platos,
devorada en bocados de amantes hambrientos.

Tu sensualidad,

cubría el lecho con su aura,
era el sello del camino andado.
Las miradas abarcaban galaxias de sentimientos,
donde el tómame y el bésame era el lenguaje universal.

No existió jamás huracán mayor que el generado por las sábanas en nuestros cuerpos,
satén y amor giraban a la par,
se esparcía por doquier,
liberando un torrente de pasión

reflejado en nuestro rostro

y termina en remanso de paz de almohada.

Aquel día,

amamos

y perdimos la piel.

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